lunes, 28 de noviembre de 2011

Leyenda de las cebollas


Cuenta la leyenda que había un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura, por lo que daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros.
Pero un día empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado, etc. Estas cebollas brillaban de una forma poco habitual. Después de varias investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón una piedra preciosa.
Pero por una incomprensible razón se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerante, inadecuado y hasta vergonzoso. Las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas vulgares.

Pasó entonces por allí un sabio, que le gustaba sentarse a la sombra del huerto y sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó a preguntarles una por una, por qué ocultaban su belleza.
Las cebollas contestaban que les fueron poniendo capas, por lo que el sabio comenzó a llorar por el suplicio que sufrían estas hortalizas. Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón.

LA LEYENDA DE LA VID

Hace mucho tiempo, en el actual distrito Las Paredes, vivía un hombre con su esposa y sus tres hijos.

Era una familia modesta, todos muy trabajadores y honestos. El mayor de los hermanos tenía 25 años. Le gustaban mucho los animales y cuidaba y quería a su alazán con el que se pasaba horas y horas, hablándole y cepillándolo.

El segundo y el menor ayudaban a su padre en las tareas de regar, podar y mantener los durazneros en buenas condiciones. Todos los años sacaban una muy buena producción, gracias al esmero de toda una temporada.

Un día nació entre los frutales una planta rara, de hojas dentadas en forma de trébol, a la que el hombre no le dio mayor importancia y, como a la yerbamota, el clavel amarillo y la chepica, a la plantita también la sacó. Esa planta era la vid. Había nacido la vid!

Un día, como de costumbre, estaba sacando los yuyos y cuando fue a sacar la plantita apareció una mujer vestida de blanco, en el fondo de la hilera de duraznos. La mujer se fue acercando lentamente. El hombre había quedado paralizado ante el asombro.

La mujer le habló así:

-Soy la enviada del Dios Inti (sol). Va a castigarte porque has sido muy cruel con la planta que tienes frente a ti. Este año no cosecharás por más que te esfuerces por tu plantación. Debes sacar esta planta y enterrarla en aquel campo.

La bella mujer le señaló un campo que estaba cerca de sus frutales.

-Deberás regarla siempre que por la noche aparezca Mama Quilla entera(luna llena). Esta planta se reproducirá por tu campo y al cabo de unos años tendrás una buena cosecha. Esta planta se llama vid.

La mujer acabó de decir esto y desapareció tan súbitamente como había llegado.

El hombre hizo lo que la bella mujer le había dicho y, efectivamente, al cabo de unos años cosechó unas uvas grandes y dulces.

La uva representa la dulzura de la mujer, y sus semillas el corazón chiquito del hombre, por el trato hacia la plantita cuando la vio por primera vez.

Su primer derivado fue el vino, que es tan viejo como esta leyenda y moneda fuerte de nuestra provincia. El hombre, en su afán de progreso trató de darle otros usos como: vinagre, derivado del vino, champagna, mostos concentrados que por su alto contenido de azúcar ha sustituido este producto para hacer dulces; también se hacen aceites y las riquísimas pasas de uva.

La uva es y será un producto insustituible en nuestra provincia.

La fresa, un regalo de dios.

Hace muchos siglos habitaban la tierra un gran número de dioses, junto a ellos vivían muchos sirvientes que los atendían.
Todos los dioses eran buenos con sus sirvientes a excepción de uno que los trataba muy mal, en especial a un sirviente.
Un día, el dios malo, furioso le reclamó al sirviente por un insignificante error. Estaba tan irritado que se disponía a matar al sirviente, pero un dios bueno se lo impidió.
El sirviente creó un fruto rojo y dulce llamado fresa, que le entregó al dios en agradecimiento por haberlo ayudado.
El dios quedó maravillado y decidió regalar la fresa a los humanos para que pudieran disfrutarla.
Cuenta la leyenda que hace muchos años, cuando empezó a fundarse el pueblito de Irapuato, un campesino se encontró una planta que daba un fruto rojo de agradable sabor y empezó a reproducir esa plantita con ayuda de sus dioses. Ese fruto, la fresa, ahora es característico de Irapuato.

La leyenda de Sandia

Pachacamac, Dios del universo, creador de la tierra y de todo lo existente en la naturaleza, creó también al hombre, dando un soplo de vida, al que llamó Huiracocha. Pero este personaje se sentía sólo y triste, entonces Pachacamac acudió en su ayuda, tomando una porción de tierra amasó y formó a la mujer y con un soplo le dio vida a ella la llamó Cullahua.

Esta pareja se estableció en el corazón de la tierra Chitapampa, pasó un tiempo de convivencia de esta pareja, cumpliendo con eficacia su estadía en la tierra, cuando Huiracocha fue llamado por su padre Pachacamac, su cuerpo fue convertido en piedra y su espíritu se integró al SOL.

Cullahua vivió más tiempo junto con sus hijos, quienes crecieron y se multiplicaron. Al morir ella se encarnó en la LUNA, así fue la eterna compañera del SOL.

Los esposos Huiracocha y Cullahua dejaron cuatro hijos: Santía, Saancahua, Saancaru y Saancatu, quienes se distribuyeron por los cuatro lares. Santía prefirió quedarse en Chitapampa, esta joven fue raptada por Chayanaco de la tierra de los Ch’ayas pero la gente de la selva Saantía no aceptó los galanteos de Chayanaco, rechazó de lleno los amores del joven, por despecho solicitó los servicios de un brujo del grupo de los Usicayos quien logró hacer dormir a Saantía así en este estado fue llevada a una cálida quebrada de la cabecera de la selva, al despertar quiso huir pero no pudo, ella no aceptaba los amores de Chayanaco. Entonces, él, furioso al verse despreciado bajó gritando de las cumbres con intención de matar a Saantía, pero fue salvada por Huayanaco hermano de Chayanaco, este gesto de Huayanaco generó gratitud de Saantía, así surgió amoríos entre Saantía Huayanaco, pero este acto enfureció a Chayanaco, quien trató de vengar la afrenta, por eso cada vez entablaban una feroz lucha en medio del cerro cayendo al precipicio de donde jamás salieron.

Saantía, quedó sola con sus dos hijos Phuyutarqui nacido del rapto de Chayanaco y el hijo menor Inca Ancco fruto de los gratos amores con Huayanaco.

Cuenta la leyenda que entre Chayanaco y Huayanaco se producen grandes reyertas en noches de tormenta y lluvia.

Atormentando constantemente a Saantía aun después de muerta.

Saantía, hoy es la hermosa ciudad de Sandia; que en 1931 fue destruida casi en su totalidad por el desborde de sus ríos: Chichanaco y Vianaco; en la leyenda estos ríos tomaron el nombre de dos jóvenes Chayanaco y Huayanaco, que en épocas de lluvia bajan rugiendo de las alturas del cerro Chichanaco, y parece que siguen disputándose los amores de Saantía, por eso el sandino vive en constante zozobra, rogando a los Apus, que calmen sus ironías.

El origen del nombre de Sandia se debe también a la época de la conquista que en 1554, ingresaron a este valle aurífero, españoles junto con el griego Pedro de Candia, quien reafirmó este lugar con el nombre de SANDIA

Leyenda de la tuna.

En la época de los antiguos gobernantes, los Incas, realizaban expediciones en busca de nuevos descubrimientos en alimentos y territorios para que los Incas pudieran convertirse en sus dueños.
Un día el cacique  Inca llamó a uno de sus guerreros el mas valiente y leal, que acudió pronta y servilmente a su llamado con todas las reverencias que el caso ameritaba.    
 Cuando llegó a la presencia del Inca, éste le contó que en una expedición anterior, sus hombres habían hallado unos pequeños arbustos con espinas que ocasionaban mucho dolor, y cuando se acercaron para observarlos mejor una enorme serpiente salió a su encuentro. 
 “Solo el chaski que llevó la noticia de lo sucedido, sobrevivió a tal encuentro”, dijo. Entonces el guerrero entendiendo la misión que se le encomendaba respondió al Inca: “yo acabaré con tal bestia y vengare la muerte de mis hermanos guerreros”. 
Al día siguiente partió el grupo de guerreros con sus uniformes de guerra, por el camino que el mensajero había señalado, llegando prontamente al encuentro de la enorme serpiente, mucho mas grande de lo podían haberla imaginado. 
 El capitán prontamente ideó un plan y envió al mas ágil corredor a guiar a la serpiente hacia una hoguera preparada por los demás.  
Cuando la serpiente llegó al lugar, no se dejo engañar por el fuego y de un gran soplido terminó con la trampa.Después lanzó su veneno sobre el capitán quien cayó adormecido por el efecto. 
 Con el último aliento, el capitán encargó al mas fuerte de sus guerreros, acabar con la serpiente antes de que llegara a atacar a su pueblo. 
El guerrero Chunta, el más fuerte, dejo que la serpiente se acercara al cuerpo de su capitán, y cuando lo iba a devorarlo, la sostuvo del vientre y con fuerza la arrojó hacia los matorrales de aquella planta llena de espinos que protegía la serpiente. 
 Al tratar de escapar la serpiente solo se envolvía mas y mas entre los arbustos, terminando con su vida, a lado de los restos de los valientes guerreros que antes la habían enfrentado. 
Los guerreros llevaron consigo la cabeza de la serpiente para presentarla al Inca, en prueba de que el pueblo ya no corría peligro. Y llevaron también consigo la planta que les ayudó a terminar con la terrible amenaza. 
 La planta brotó en toda la región sin necesidad de cultivo, llevando en el interior de su fruto un maravilloso manjar que fue el alimento que aliviaba los pesados días de todo viajero.

Leyenda de la jícama

 La mezcla de sabores con el abundante jugo que brota la morderla son deliciosas en tiempo de calor…Con seguridad  has disfrutado una fresca rebanada de jícama aderezada con jugo de limón, sal y chile piquín. Pero quizá no sabes que esta raíz es de origen mexicano ya era muy apreciada por los pueblos indígenas prehispánicos. Una leyenda purépecha explica así su origen. 

    Curicaueri, el Sol, se casó con Xaratanga, la Luna. Él  amaba el oro y se adornaba con joyas de ese metal: diademas, anillos y collares tan resplandecientes como él. Ella amaba la plata, semejante a sus destellos nocturnos, y contaba con una colección de alhajas que los recordaban de día. Los dos se amaban y siempre querían estar juntos. Por eso a veces los días y las noches eran demasiado largos y comenzó a reinar un gran desorden en el mundo.

      La Madre Naturaleza no podía permitir que las cosas siguieran de esa manera y los llamo para regañarles.“Tú eres el responsable de alumbrar los días y hacer que las plantas germinen y crezcan”, le recordó al Sol. “A ti te toca vigilar que todo quede en sombras para que las personas descansen”, le dijo a la Luna.”Pero ninguno ha respetado mis instrucciones  y por eso tendré que separarlos”.
Xaratanga le pidió que se compadeciera de ella, Curicaureri le rogo que no los separara pero la Madre Naturaleza fue inflexible: “Comprendo lo mucho que se aman, pero más importante que su amor es la misión que les encargue y el respeto que  le deben a los seres vivos que dependen de ustedes”, Xartanga y Curicaueri le suplicaron por última vez  pero  la madre Naturaleza ignoro sus palabras y los dejo solos.

  Al ver lo triste que  estaba su esposa, Curicaureri le hablo con ternura: “Nuestro amor no estará  nunca en riesgo. De día yo saldré a  iluminar los bosques y los mares y tu veras como el brillo a través de la ventana de nuestras casas. Cuando yo regrese al hogar por la noche y vea que no te encuentras ahí, me sentiré feliz al saber que estas recorriendo los cielos rodeada de estrellas más hermosas y nobles que tus joyas”. Ella  escucho con atención y respondió: “Tienes razón. Quizá si respetamos nuestra misión la Madre Naturaleza permita que , de vez en cuando, tu brilles detrás de mí y que yo aparezca de repente ,en pleno día”.
Conmovida por lo que estaban viviendo Xaratanga  abrazo a su esposo y comenzó a llorar. Una de sus lagrimas recorrió el espacio, cruzo las nubes, atravesó las copas de los árboles y se sumergió en la tierra del Valle de México. Allí,  en lo más profundo, echo raíces y se convirtió en la primera jícama, de carne tan brillante, perfumada y dulce como el llanto de la Luna.

Leyenda del Valle de Elqui, ciudad de Vicuña: Leyenda de la Papaya “Lágrimas de Oro”:

La fecha exacta se perdió en los días que formaron siglos. El lugar fue borrado por la civilización que lo cubrió todo de cemento. Los nombres se fueron olvidando en la boca de los narradores hasta perderse ya hace muchas generaciones. La choza se hallaba rodeada por la tribu. Dentro la esposa del cacique estaba pronta a dar a luz a su primer hijo.
Las mujeres invocaban a sus dioses para que naciera una niña, deseando que fuera aun mas hermosa que su madre, quien fue raptada en tierras lejanas por el valiente que estaba próximo a ser padre.
Los guerreros danzaban a sus dioses de la guerra. Su canto era de triunfo, querían que fuera varón, tanto más valiente que el cacique de las mil victorias. El llanto del recién nacido hizo saber a todos que la madre había terminado en su sufrimiento y un nuevo ser se sumaba a la tribu.
Un majestuoso cacique apareció en la puerta de la choza, las mujeres sellaron sus labios, los guerreros detuvieron sus danzas, todo fue silencio y el anunció que su esposa era feliz al tener una niña.
Pasaron los años convirtiéndose la niña en una hermosa jovencita a la cual muchos valientes soñaban con desposar. Por la selva empezaron a sentirse voces extrañas, el cual hablaba un lenguaje desconocido para ella, pero que sonaba dulce a sus oídos, despertando su corazón.
Desde las sombras, una certera flecha lanzada por un guerrero celoso les quebró la promesa de vivir eternamente unidos. Su rostro, a pesar de los besos desesperados de ella, se ponía frío y una angustia indescriptible sacudió su cuerpo.
El alma del joven debió irse al cielo de su Dios, Ella quedó sintiendo en su vientre un ser en formación.
El cuerpo del español fue enterrado en un pedazo que la América no alcanzó a conquistar.
Ella se abrazó a la tierra que lo cubría. Su dolor fue tan intenso que al dios del amor decidió el milagro. El llanto de la moza regó la tierra de la sepultura del amado y empezó a crecer hierba, que luego se trasformaron en arbolitos, cuyo fruto tuvo la forma de sus lagrimas de color verde en un comienzo, amarillo intenso al estar maduros, por lo que fue llamado Árbol de la lagrimas de oro. El tiempo pasó y el árbol es ahora conocido con el nombre de papayo y su fruto, como papayas, las lagrimas de oro de la indiecita.

EL MILAGRO DEL PEHUÉN (Árbol de los piñones)


El pehuén, árbol sagrado de los mapuches, en ilustración de Pepe Zapata en su libro "Lo que cuenta el pehuén"

El pehuén o araucaria es un árbol sumamente particular, pero quizás su característica más peculiar resida en que crece casi exclusivamente (con muy escasas excepciones) en una zona cordillerana que abarca desde la región de Copahue hasta el lago Huelchulafkeñ. Esta circunstancia ha hecho que una rama de los mapuches, habitantes de la zona mencionada, recibieran el nombre de pehuenches, precisamente por venerar a dicho árbol, y tener a sus semillas como fuente principal de alimento.
Debajo de su copa de sombra generosa, junto al grueso tronco que les proporcionaba abrigo de los duros vientos cordilleranos, los grupos se reunían para sus camarucos y brindaban a los dioses sus ofrendas de carne, sangre y humo, y colgaban de sus ramas sus muestras de agradecimiento y devoción.
Esta leyenda constituye una de las más difundidas del folklore aborigen patagónico, y ésta es la forma en que la recuerdan los actuales pehuenches en la localidad de Chos Malal.
Desde que se tenga memoria, Uenechén, el dios mapuche, había hecho crecer el pehuén en los grandes bosques de la tierra, pero al principio las tribus que la habitaban no comían sus semillas, que permanecían largo tiempo desperdigadas por el bosque, hasta que se transformaban en nuevos árboles o se pudrían por efectos de la humedad y el calor del verano. Los pehuenches consideraba al pehuén un árbol sagrado, pero no comían sus piñones, que les resultaban duros y consideraban venenosos.
Y así fue que mucho antes de que el huinka, el invasor español, llegara con sus armas y sus ejércitos, hubo un invierno muy crudo, en que la tribu, ya sin alimentos ni reservas, estaba siendo diezmada por el frío y el hambre; los ríos se habían congelado, y habían desaparecido el huemül, el choike (ñandú) y el luan (guanaco), mientras los pájaros emigraban, ahuyentados por el tremendo frío. La tierra parecía encogerse aterida bajo la nieve y, si bien los hombres y las mujeres sanas aún resistían la hambruna, los viejos y los niños pequeños parecían condenados a una muerte terrible. Uenechén parecía negarse a escuchar las plegarias y rogativas; quizás El también estaba adormilado, arrebujado en sus pieles tibias de su lecho divino...
Pero abajo, en la tierra, la situación era crítica, y el cacique dela tribu decidió tomar una medida desesperada: enviar a los cuatro vientos, y por distinto caminos, a sus guerreros más hábiles y fuertes a que se fueran lejos, tanto como fuera necesario, pero que no regresaran sin alimentos: bulbos de amankay y de ñolkin, frutos de chakai y de ñire y carne de cualquier animal que lograran cazar, así fuera de mara o de kófür, pero que permitiera sobrevivir a los más débiles.
Y así salieron los guerreros, entusiastas y decididos, pero los días comenzaron a pasar uno tras otro, y los bravos regresaban uno tras otro, con las manos vacías y en peores condiciones de como habían salido. Hasta que faltaba tan sólo uno, en quien el cacique había depositado sus máximas esperanzas: Ñehueñ, cuyo nombre mismo simbolizaba su condición como el cazador más hábil que tenía la tribu.
Con el paso del tiempo, también aquella esperanza comenzó a desvanecerse. De la mano del hambre, la angustia y la impotencia se fueron transformando en llanto de criaturas y desesperación de los mayores. Hasta que por fin lo divisaron a lo lejos, caminando dificultosamente por la ladera nevada, cargando a su espalda una bolsa improvisada con su poncho de piel de guanaco, llena de piñones de pehuén, que dejó caer a los pies del cacique.
-Dime Ñehueñ-preguntó una machi, una sabia curandera, intrigada-. ¿Por qué traes tu bolsa cargada de frutos del árbol sagrado, del pehuén, si sabes que con él no saciaremos nuestro hambre?
-Tus palabras son correctas, pero te equivocas en algo: lo que traigo es, en efecto, el fruto del pehuén, pero él será lo que nos salvará a todos-respondió el muchacho, sin vacilar.
-¡No blasfemes, Ñehueñ! -intervino el cacique, irritado. ¡Uenechén te castigará por ello!
-Déjenme explicarles y luego decidirán. Después de andar y andar durante
muchos días, sin encontrar nada para aliviar las necesidades de ustedes,
regresaba por el camino de la cascada, cuando al remontar una lomada un desconocido surgió quién sabe de dónde y se puso a caminar junto a mí.
-¿Qué buscas por mis montañas, hijo?-me preguntó.
-He salido en procura de alimento para mi tribu, que muere de hambre -le
contesté-, pero no he encontrado nada. La nieve lo cubre todo, y muy pronto nos cubrirá a nosotros también.
-Sin embargo, con tantos piñones de pehuén que cubren el piso, no deberían
estar pasando hambre. ¿Por qué desprecian un alimento tan extraordinario?
-Es que son los frutos del árbol sagrado, anciano -le contesté, un poco
molesto-. Son muy duros, y las machí dicen que son venenosos.
-¿Y tú crees que un regalo de Uenechén puede ser dañino para sus hijos? No, muchacho, no; vé y habla con tu tribu y dules que el pehuén es un alimento maravilloso. Sólo tienen que hervirlos para ablandarlos, luego tostarlos, y podrán disfrutar de un manjar delicioso. Cada piñón es suficiente para alimentar a un hombre durante varios días, y pueden conservarlos durante el invierno, enterrándolos en pozos en el suelo blando, y así contarán con
suficiente alimento, aunque escasee la caza.
  "Y luego de decirme esto, el desconocido desapareció como había venido, y yo me puse a juntar los frutos del pehuén para traérselos. Inmediatamente se reunió el consejo de ancianos y debatieron la noticia traída por el joven, decidiendo que el anciano que había interceptado a Ñehuéñ no era otro que el mismísimo Uenechén en persona, y ordenaron a las mujeres que hirvieran y luego tostaran los piñones traídos por el guerrero.
Y a partir de ese momento, cuenta la leyenda que ya no hubo más hambre ni escasez de alimento, ya que los pehuenches aprendieron muchas formas de preparar los frutos del pehuén. Y así, el árbol sagrado se convirtió en la principal fuente de alimento de los pehuenches, quienes cada día, a la salida del sol, rezan con un pinón de pehuén o una pequeña rama en la mano, diciendo:
"A Tí, padre, que no permitiste que muriéramos de hambre;
a Tí, que nos concediste la dicha de compartir nuestro alimento;
a Tí, Uenechén, te pedimos que nunca dejes morir al pehuén,
 cuyas ramas se tienden como brazos abiertos para protegernos."

Otra versión de la leyenda guaraní de la planta de Yerba Mate

Ka'a juega en la planicie. Corre detrás de los pétalos que navegan en la brisa. Los largos y renegridos cabellos, mantos que desteje el viento. Detiene el andar, retoma el camino al arroyo y en él busca los multicolores peces. Los pies mete en el agua cálida y a su caricia quieta se queda. Luego, con los finos dedos las blancas arenas del fondo revuelve. Las mariposas revolotean desplegando espléndidos abanicos a rayas y lunares. Ka'a mira en el límpido arroyo como se reflejan los oblicuos y brillantes ojos, los pómulos pronunciados y la carnosa boca en forma de corazón.
En el horizonte se recortan las siluetas de un grupo de hombres. La bella niña observa el contingente cuya clara visión se interrumpe por las vallas de árboles del otro lado del arroyo. El que dirige la expedición tiene magia en los ojos, y aunque no la vio, ella le ha dado un rinconcito en su alma. Llegada la noche al poblado, y la niña acostada en la aldea, sólo tiene pensamientos para el indio forastero. El altivo, el más alto, el que iba delante buscando algo imposible de hallar a juzgar por el comportamiento de los otros.
Por la mañana, tal cual brincan las nubes en el cielo, el corazón de Ka'a pega saltos; el hombre con que ha soñado la noche entera está allí.
¿Pueden verlo? ¡Con qué porte el soberbio hombre cuenta al padre de la niña lo que busca! Quiere llevar al templo de Mbaeveraguasu la más bella ofrenda, y la riqueza de metales y piedras preciosas de la zona es famosa. Como avare mbya debe obtener el presente.
Ka'a bajó las pestañas. ¡Un sacerdote! ¡Mbya! ¡Oh, qué mala suerte! Los mbya se creen insuperables, y no se casan con integrantes de otras tribus. ¡Ni pensar un avare!
Ka'a dejó que el forastero se fuera y dirigió sus pasos a los alrededores para ver si podía encontrarse con él y reflejarse en el arroyo negro que sus ojos derramaban.
Y lo encontró. Pero él jamás reparó en ella. Una noche hirviente plena de fragancias embriagantes, Ka'a siente que el agua la llama y le asegura que esa noche, verá al avare.
¡Allí está! Ka'a danza para él. El hombre la mira y siente el deseo adueñándose de su débil carne. El alma, fuerte y no dispuesta a ceder terreno se le mete en las manos. Y, allí, empuña el hacha de piedra...
La joven va a abrazarlo, con amor le mira. Él devuelve el amor en la mirada. Todo se lo devuelve.
El hacha el sacerdote dos manos se elevan y ¡de un corte la cabeza de Ka'a es arrancada del cuerpo! De un solo tajo el avare ha matado la más bella niña que alguna vez mojó los pies en el agua del arroyo cercano. De un solo tajo se inundaron de sangre las rocas del monte.
El avare continúa. Ni siquiera mira hacia atrás donde dio muerte al amor y a la pasión.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que los de la tribu encontraron a Ka'a henchida de muerte? ¿Cuánto?
Años... Años...supone el viejo sacerdote mbya que llega a la aldea, con la espalda doblada y el vestido desteñido. Es el mismo hombre que una vez mató al amor en la misma roca junto al arroyo donde ahora se sienta a aliviar el cansancio. Hace demasiado calor...
Mira hacia sus pies. Extrañas raíces envuelven la roca y se hacen tronco y se hacen hojas que la sombra, están dándole... Llamado por el exquisito perfume toma unas hojas y las mastica lentamente. ¡Ah, con qué placer el viejo avare saborea la pasión que se arrebató a sí mismo en medio de su soberbia juventud! Las hojas tienen el encanto, el olor de la piel de aquella bellísima jovencita; los tallos son copia fiel del minúsculo talle elegante; las raíces son dos pies que revolvían las arenas del arroyo...
Va a morir y debe hacerlo donde murió antes. Ese arbusto desconocido que llamarán yerba mate le acompañará porque es Ka'a que está esperándolo para vivir su pasión. Y el sacerdote acaba de iniciar la última comunión, embriagado en la placidez que ofrece el último gran descanso.

MATE: Origen de la Yerba



El origen de la yerba es atribuído legendariamente a divinidades. Un poema paraguayo atribuye a Santo Tomás esta dádiva a los indios:


En recuerdo de mi estada
una merced os he de dar,
que es la yerba paraguaya
que por mí bendita está.

La primera leyenda encontrada dice que Tupu,
 genio del bien, estaba en peregrinaje por la tierra, cuando llegó a la casa de un viejo muy pobre que, a pesar de su miseria, le dio de comer y de beber y lo albergó en su casa. En agradecimiento, Tupú le dejó la yerba.

Otra leyenda cuenta que Yasi
y Araí (la luna y la nube) estaban en el bosque, cuando fueron atacadas por un jaguar. Vino un cazador en su auxilio y ellas, como premio, le dieron la caá (yerba), planta benéfica y protectora.

La tercera leyenda es semejante a la de Tupú. En ésta, San Juan y San Pedro fueron albergados por un viejito muy pobre, y Dios, en recompensa, transformó a la hija del anciano en árbol de yerba, para que fuera inmortal.

Una cuarta leyenda dice que el guerrero Maté estaba descansando una noche, cuando vino la diosa Sumá y le dió un ramo verde de yerba, diciéndole que lo plantara y que después de secas y trituradas las hojas le darían una deliciosa bebida.

Lo que los guaranies
 contaron a los jesuitas es que estuvo en sus tierras, hace muchos años, el Pai Zumé, llamado por los Tupís de Sumé, hombre de gran sabiduría que realizaba muchos milagros. Los padres acabaron interpretando que Sumé sería Santo Tomás, uno de los apóstoles, que se les habría aparecido, lo que fue incorporado a las leyendas autóctonas a partir de las historias contadas por los religiosos.

Leyenda del Dulce de leche.

No es fácil conocer su origen pero existe una leyenda trasmitida por la tradición oral. Cuenta que en el año 1829, en la estancia La Caledonia se firmo el pacto de Cañuelas entre Juan Manuel de Rosas (jefe de las fuerzas federales) y el comandante del ejército unitario Juan Lavalle. Al llegar Lavalle al campamento cansado del viaje, decide recostarse en el catre donde usualmente descansaba Rosas. Cuando la criada a cargo de la lechada (leche caliente azucarada) para el mate descubre al enemigo dormido en el camastro de Rosas, asustada aviso a la guardia. Mientras tanto, la leche olvidada sobre el fuego se convirtió en la mezcla que hoy conocemos con el nombre de Dulce de Leche.
Dulce tradicional de toda América Latina. En Chile se llama manjar de leche, Colombia y Venezuela se lo conoce como arequipe, en Brasil doce de leite y en Centroamérica es la cajeta.

Uruguay y Argentina producen varios tipos de dulce de leche, entre ellos:


•El tradicional preparado sin aditivos especiales, a base de leche, azúcar
blanca y bicarbonato de sodio (que le otorga el color marrón oscuro). Para
obtener un producto más liviano, de color más claro con cuerpo cremoso se
•utiliza una proporción mayor de azúcar que de leche. Sus aplicaciones varían
desde tortas, helados, alfajores, panqueques, masas hojaldradas hasta
golosinas rellenas, caramelos y delicatesen.
•El dulce de leche de repostería con mayor consistencia que el tradicional,
gracias al agregado de sustancias vegetales y una mayor proporción de leche
es de cuerpo firme y sabor más intenso. Por su textura es utilizado en la
elaboración de helados y en la decoración de tortas y pasteles.
•El dulce de leche Diet
En Argentina se producen 111.000 t/año y este dulce de consistencia cremosa, sabor dulce y lácteo es considerado para muchos una exquisitez.

Desde hace más de cien años ha entablado un romance con los golosos consumidores y se ha convertido en uno de los embajadores nacionales más reconocido en el exterior.

Propiedades del dulce de Leche:

El dulce de Leche aporta gran cantidad de calorías a nuestro organismo y pocos nutrientes. Recuerde que por cada 100grs. de dulce de leche aportará 360 Kcal a su organismo, si tiene sobre peso o se encuentra a dieta deberá tenerlo presente. Hay que tener en cuenta que se elabora principalmente con Leche y esta aparte de proteínas y calcio, también tienen altos niveles de grasa saturada (provoca aumento del colesterol).

La Leyenda del Guaraná

Dice una leyenda que en la lejanía de los tiempos: en el comienzo de todas las cosas, había tres hermanos, dos eran hombres y la hermana era una muchacha bonita llamada Uniaí. Uniaí era la dueña de Nocoquém, un lugar encantado, uno de los mas hermosos de la Tierra. Solo ella conocía todas las plantas que había allí: las que servían para comer, las medicinales, las buenas para hacer jícaras y las que servían para hacer cuentas de collar. Todo lo que necesitaban sus hermanos, ella se los enseñaba poco a poco. Fue ella quien plantó en Nocoquem un árbol de castaño que creció como ninguno. Uniaí no tenía marido.

En aquel tiempo los animales eran también personas y todos tenían un solo deseo: casarse con ella. Pero los hermanos de Uniaí no querrían: era mejor que su hermana se quedara con ellos, consiguiéndoles todo lo que necesitaban. Entre los animales, la viborita fue la primera en manifestar su deseo. Todos los días esparcía en el camino un perfume que alegraba y enternecía el corazón. Uniaí pasaba por ahí y exclamaba: Qué rico perfume! la viborita que siempre andaba ahí cerca, acabó por animarse con esos cumplidos: -le gusto a Uniaí! Lo sabía.

Y fue a tenderse mas adelante en medio del camino. Cuando llegó Uniaí, la viborita la miró fijamente a los ojos y deseó que fuera su esposa. Con ese simple encantamiento, cualquier animal, planta o persona estaba ya casado y engendraba un hijo. De esta forma, con el encantamiento del perfume, Uniaí quedó embarazada y sus hermanos se pusieron furiosos: ahora Uniaí va a cuidar de su hijo y ya no nos va a ayudar en nada - dijeron. Por ningún motivo querían ver a su hermana con su hijo.
Por eso Uniaí se marchó de Nocoquém. Ente tanto, el árbol de castaño se había hecho tan grande y frondoso que parecía un cielo verde y de sus ramas pendían unos erizos que, como cajitas de sorpresa, guardaban adentro las castañas.
Uniaí construyó su casa muy lejos, cerca de un río. El niño nació fuerte y bonito. Su madre lo bañaba entre las mariposas que acostumbraban volar junto a las riberas. Allí fue creciendo el niño cada vez mas fuerte y hermoso. Uniaí le contaba historias de Nocoquem, le contaba de las plantas, de sus tíos y del árbol de castaño. Cuando el niño aprendió a hablar, exclamó:
- Yo también quiero comer castañas. Yo también quiero comer esas frutas que tanto les gustan a mis tíos.
- No es fácil, hijo mío. Ahora tus tíos son los dueños de Nocoquém y nosotros no podemos entrar allí.
Pero el niño insistía en que quería comer esas frutas tan deliciosas.
- Es peligroso, hijo mío, tus tíos pusieron como guardianes al tepescuintle, el periquito y a la guacamaya.
- Pues de todos modos quiero ir.
Quería porque quería. A Uniaí no le quedó mas remedio que contentarlo, así que se pusieron en camino. Poco después, en Nocoquém, el tepescuintle vio debajo del árbol de castaño las cenizas de una hoguera en donde alguien había asado castañas. En seguida fue a contárselo a los hermanos de Uniaí. Uno de los hermanos sacudió la cabeza y dijo: Cómo es posible? no será que el tepescuintle se equivocó? pero también el periquito vio lo mismo y también la guacamaya. Así que los dos hermanos decidieron mandar al chango para que vigilara el castaño y le ordenaron.
Si ves a alguien, una persona o un niño, lo matas.
Al día siguiente el hijo de Uniaí quería comer más castañas y como conocía el camino a Nocoquem, se marchó solo. Esta vez el chango lo vio subir al árbol; entonces, escondiéndose en la espesura, sacó su arco y le disparó una flecha. Cayeron un montón de castañas y junto con las castañas, el niño.
Apenas Uniaí se dio cuenta de la ausencia de su hijo, salió corriendo hacia Nocoquem. Corrió y corrió sin parar. Cuando llegó, encontró su hijo muerto. Sopló y volvió a soplar pero nada! entonces lloró, lloró desesperadamente, no dejaba de llorar!
Pero de tanta tristeza brotó la fuerza:
- Tus tíos te hicieron esto. Querían verte muerto. Pero vas a ver, haré de ti la semilla de la planta mas poderosa que jamás se ha visto!
Y plantó a su hijo en la tierra y cantó de esta manera:
"Grande serás, curador de los hombres!
Todos tendrán que acudir a ti para acabar con las enfermedades, para tener fuerza en la guerra y fuerza en el amor. Grande serás!"
Entonces, del ojo izquierdo del niño nació una planta que no era fuerte. Era el falso guaraná, que todavía existe y que los indios llaman "uaraná-hôp". Después, del ojo derecho nació el guaraná verdadero que los indios llaman "uaraná-cécé". Por eso el fruto del guaraná se parece al ojo de las personas.
Unos días después, Uniaí fue a ver la planta que había criado. El guaraná estaba ya grande y lleno de frutos y debajo de él encontró a su hijo, alegre, fuerte y hermoso. Ese niño que nació de la tierra como una planta, fue el primer indio Maué. Es la fuerza y la vitalidad y es el origen de la tribu.

martes, 15 de noviembre de 2011

¿Por qué la variabilidad de frijoles?

Cierta vez un hombre bueno pero infeliz decidió salir de apuros vendiendo su alma al diablo. Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.

A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas; una para cada día. Para el primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas. Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.

Kizín le dijo entonces; Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.

Hombre bueno; Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.

kizin; Dímelo y te lo concederé.

Hombre bueno; Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan blancos.

Eso es fácil; dijo Kizín y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: "Este hombre me ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos".

Leyenda del amendro.



Fílide (Princesa de Tracia) se enamoró de Acamante , un joven combatiente de la guerra de Troya. Cuando ella se enteró de la destrucción de la ciudad, todos los días acudía a la costa a ver la llegada de la flota ateniense, esperando encontrar el barco de su amado. Pero este barco no llegaba.
Al noveno día de infructuosa búsqueda, la joven murió de pena, creyendo que él había muerto.
La diosa Atenea metamorfoseó el cuerpo de ella en un Almendro. Al día siguiente, tras la reparación de la nave que le conducía, llegó Acamante , que sólo pudo acariciar la corteza del árbol. Fílide , desde su naturaleza arbórea, respondió a su amor floreciendo de repente, sin echar hojas. Todos los años, los antiguos atenienses danzaban en honor de los enamorados, de la misma manera que los almendros siguen manteniendo su peculiar floración hasta la actualidad. 
Otras versiones indican que Demofonte era el combatiente y amante de Filide.

Leyenda Celta de las avellanas.

Cuando una cazadora llamada Atalanta hubiese participado en la cacería del jabalí de Calidón y recibido la piel como trofeo, su padre la reclamó y quiso que se casase. Aunque era una doncella muy hermosa, Atalanta no tenía especial interés en el matrimonio después de que un oráculo predijese que tendría mala suerte si se casaba. Para encontrarle marido, su padre hizo un trato con ella en virtud del cual se casaría con quien pudiese vencerle en una carrera a pie. Atalanta aceptó de buen grado, pues era capaz de correr muy rápidamente.


Derrotó a muchos pretendientes, hasta que uno logró convertirse en su marido gracias a la inteligencia y no a la velocidad. Hipómenes (también llamado Melanión) sabía que no podría vencer en una carrera limpia contra Atalanta, por lo que oró a Afrodita pidiéndole ayuda. La diosa le dio tres manzanas doradas (algunas versiones dicen que fueron membrillos) y le dijo que las dejase caer de una en una para distraer a Atalanta, pues seguro que ésta se detendría para recogerlas. Aunque le costó usar las tres manzanas y recurrir a toda su velocidad, Hipómenes logró la victoria, ganando la carrera y la mano de Atalanta. Hipómenes olvidó agradecérselo a la diosa y ésta los transformó en leones.

El ajonjoli.

Los chinos ya usaban el ajonjolí hace 5,000 años, y durante siglos han obtenido su aceite, los egipcios molían las semillas para obtener una harina con la cual las mujeres se untaban el cuerpo para despertar el deseo sexual en los varones y las mujeres de la civilización mas antigua del mundo, Babilonia, confiaban en una mezcla de semillas de sésamo y miel para aumentar el deseo sexual y la fertilidad. Los asirios contaban que sus dioses bebieron una copa de aguardiente de sésamo después de crear el mundo y por la influencia de esta bebida empezaron a tener relaciones sexuales para poblar la tierra. Las damas romanas de los primeros siglos lo utilizaban como emenagogo.
Una leyenda Hindú nos cuenta que una mujer llamada Marudmati, muy devota de Shiva (Dios creador para los hindúes), pedía su bendición y que esta se materialice en un hijo. Sus rezos fueron escuchados por Sri Parvati (energía Femenina), consorte de Shiva, y ella intercede para que se haga realidad esa bendición. Se les dio a elegir entre tener un hijo muy dotado pero de corta vida en la tierra, o un hijo de poca inteligencia pero de larga vida y es así como nace Markandeya, varón muy inteligente y ejemplar pero destinado a morir a los 16 años de edad. Este pequeño prodigio creció como el mejor devoto de la pareja divina, y hasta en el día de su muerte anunciada seguía adorando a Shiva y Sri Parvati, y, ambos (dioses) piden a "Avalokiteshvara" (la que escucha el llanto del mundo), quien se presente desnuda y bañado con semillas de "gingilly" (ajonjolí) para que tenga relaciones sexuales con Markandeya.
En plena sesión amatoria se acerca "Yama" (Dios de la muerte y enemigo de Shiva), y lanza un lazo para llevárselo al joven devoto, pero la atadura cayo alrededor del "Lingan Shiva" (pene de Shiva) emergiendo el Dios creador y venciendo así a "Yama", y desde ese día Markandeya sube al altar de Shiva como su "fuerza viri". Es así como en referencia a esta leyenda mágica de los hindúes, que las mujeres untan su cuerpo con ajonjolí en la noche nupcial para que el acto sea supremo y pueda engendrar un hijo dotado de inteligencia.

La manzana dorada


 
Cuando una cazadora llamada Atalanta hubiese participado en la cacería del jabalí de Calidón recibido la piel como trofeo, su padre la reclamó y quiso que se casase. Aunque era una doncella muy hermosa, Atalanta no tenía especial interés en el matrimonio después de que un oráculo predijese que tendría mala suerte si se casaba. Para encontrarle marido, su padre hizo un trato con ella en virtud del cual se casaría con quien pudiese vencerle en una carrera a pie. Atalanta aceptó de buen grado, pues era capaz de correr muy rápidamente.
Derrotó a muchos pretendientes, hasta que uno logró convertirse en su marido gracias a la inteligencia y no a la velocidad. Hipómenes (también llamado Melanión) sabía que no podría vencer en una carrera limpia contra Atalanta, por lo que oró a Afrodita pidiéndole ayuda. La diosa le dio tres manzanas doradas (algunas versiones dicen que fueron membrillos) y le dijo que las dejase caer de una en una para distraer a Atalanta, pues seguro que ésta se detendría para recogerlas. Aunque le costó usar las tres manzanas y recurrir a toda su velocidad, Hipómenes logró la victoria, ganando la carrera y la mano de Atalanta. Hipómenes olvidó agradecérselo a la diosa y ésta los transformó en leones.