martes, 15 de noviembre de 2011

El ajonjoli.

Los chinos ya usaban el ajonjolí hace 5,000 años, y durante siglos han obtenido su aceite, los egipcios molían las semillas para obtener una harina con la cual las mujeres se untaban el cuerpo para despertar el deseo sexual en los varones y las mujeres de la civilización mas antigua del mundo, Babilonia, confiaban en una mezcla de semillas de sésamo y miel para aumentar el deseo sexual y la fertilidad. Los asirios contaban que sus dioses bebieron una copa de aguardiente de sésamo después de crear el mundo y por la influencia de esta bebida empezaron a tener relaciones sexuales para poblar la tierra. Las damas romanas de los primeros siglos lo utilizaban como emenagogo.
Una leyenda Hindú nos cuenta que una mujer llamada Marudmati, muy devota de Shiva (Dios creador para los hindúes), pedía su bendición y que esta se materialice en un hijo. Sus rezos fueron escuchados por Sri Parvati (energía Femenina), consorte de Shiva, y ella intercede para que se haga realidad esa bendición. Se les dio a elegir entre tener un hijo muy dotado pero de corta vida en la tierra, o un hijo de poca inteligencia pero de larga vida y es así como nace Markandeya, varón muy inteligente y ejemplar pero destinado a morir a los 16 años de edad. Este pequeño prodigio creció como el mejor devoto de la pareja divina, y hasta en el día de su muerte anunciada seguía adorando a Shiva y Sri Parvati, y, ambos (dioses) piden a "Avalokiteshvara" (la que escucha el llanto del mundo), quien se presente desnuda y bañado con semillas de "gingilly" (ajonjolí) para que tenga relaciones sexuales con Markandeya.
En plena sesión amatoria se acerca "Yama" (Dios de la muerte y enemigo de Shiva), y lanza un lazo para llevárselo al joven devoto, pero la atadura cayo alrededor del "Lingan Shiva" (pene de Shiva) emergiendo el Dios creador y venciendo así a "Yama", y desde ese día Markandeya sube al altar de Shiva como su "fuerza viri". Es así como en referencia a esta leyenda mágica de los hindúes, que las mujeres untan su cuerpo con ajonjolí en la noche nupcial para que el acto sea supremo y pueda engendrar un hijo dotado de inteligencia.

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