Hace muchos siglos habitaban la tierra un gran número de dioses, junto a ellos vivían muchos sirvientes que los atendían.
Todos los dioses eran buenos con sus sirvientes a excepción de uno que los trataba muy mal, en especial a un sirviente.
Un día, el dios malo, furioso le reclamó al sirviente por un insignificante error. Estaba tan irritado que se disponía a matar al sirviente, pero un dios bueno se lo impidió.
El sirviente creó un fruto rojo y dulce llamado fresa, que le entregó al dios en agradecimiento por haberlo ayudado.
El dios quedó maravillado y decidió regalar la fresa a los humanos para que pudieran disfrutarla.
Cuenta la leyenda que hace muchos años, cuando empezó a fundarse el pueblito de Irapuato, un campesino se encontró una planta que daba un fruto rojo de agradable sabor y empezó a reproducir esa plantita con ayuda de sus dioses. Ese fruto, la fresa, ahora es característico de Irapuato.
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